Este texto no relata un milagro, sino que es una señal de que Dios ama bien a sus hijos…
(Por la hermana Denise Marie Bergeron, Residencia Bon-Secours)
En Santa Bárbara, Honduras, es de buena educación ofrecerle café a los amigos y a las visitas. Cuando vivía en una vieja fábrica desocupada con unas jóvenes que estudiaban, una mañana les conté lo que le había pasado a la madre Bourgeoys sobre “la harina que no se había acabado hasta que llegaron los barcos”.
Después de la oración, la joven encargada de la cocina me dijo: “Hermana Denise, se nos acabó el café”. A menudo nos regalaban café y nunca lo habíamos comprado. Justo cuando estaba a punto de ir a mi habitación a buscar dinero para comprar café, escuché un gran PUM… era un saco de café, listo para moler, que caía justo detrás de la puerta de tela metálica. “Pensé: la madre Bourgeoys nos manda café…”
Un joven al que había ayudado nueve años antes me trajo su primera cosecha de café. Quería darme las gracias. ¡El Centro funciona desde hace 25 años y nunca tuve que comprar café!
Uno no tarda mucho en saber qué decir después. Solo me vino a la mente una frase: “Cuando cuidamos de Dios, Él cuida de nosotras”.