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Mi misión en Honduras

Mi llamada

Hablar de mi misión en Honduras es hablar de un sueño que tuve desde mi niñez.

Durante la primaria en la C.N.D., una vez al año, las hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción venían a hablar de sus misiones en China.  Cada vez me emocionaba, pensando que un día haría lo mismo. Conservé ese sueño para mí.

Al terminar mis estudios, hice un retiro con estas hermanas misioneras y le pregunté a una que si, al entrar en su congregación, estaban seguras de partir en misión. Me contestó que podría muy bien quedarme en el país enseñando para sostener a las misioneras en el extranjero. Esa respuesta me hizo reflexionar mucho. Decidí entrar en la CND aceptando ser profesora toda mi vida en mí país, así evitaba llevar siempre una permanente frustración. Yo buscaba seguridad para mi vocación.  

Cuando se abrió la misión en Honduras en el año 1962, una nueva esperanza nació en mí, pero la conservaba en mi corazón. Unos años después supe que buscaban hermanas para la misión, ya sea en Honduras o en Chile. Me ofrecí a la superiora general, que me sugirió pensarlo más y escribirle al final del año.  Así fue y de nuevo me hice disponible. Espere una respuesta que llegó 7 años después con una carta del consejo general recordándome mi solicitud anterior y pidiéndome una respuesta ahora. Otra vez, entré en discernimiento, frente al Santísimo, decidí renunciar para siempre. No contesté la carta…

Unos días después, una llamada telefónica me convocaba a la casa madre para hablar de ese proyecto. Una gran tempestad de nieve, no me impidió de llegar a la casa madre. Después de haber escuchado y conociendo la situación, acepté con mucha seguridad.

Supe que ahora si era la voluntad de Dios.

Salida para América Central

Primera etapa   Aprendizaje del idioma en México. Fue un tiempo de estudios intensos, de iniciación a la cultura y a la realidad de los pueblos latinos. Fue también mi primer contacto con la pobreza.

Segunda etapa Honduras.  Después de 3 meses seguí mi camino hacia Tegucigalpa. Llegué justito durante las Posadas. Fue una ocasión de participar cada noche en las procesiones y entrar en relación con la gente de diferentes sectores de la parroquia San Martín de Porres. Durante los primeros meses, seguía a las hermanas que trabajaban en esta parroquia. Colaboraban con el párroco, se encargaban de la catequesis de los niños, de la preparación a los sacramentos, d la liturgia y de diferentes actividades de la Iglesia.

Poco a poco empecé a visitar a la gente y apoyar a otra hermana en su sector. Con los años dediqué mas tiempo a los jóvenes y llegaron a ser mi prioridad. Con ellos pude entrar en las familias, establecer buenas relaciones y ayudar en momentos alegres y tristes. Los jóvenes, poco a poco, tomaron responsabilidades en la comunidad, invitando a otros jóvenes a comprometerse. Cada hermana acompañaba un grupo juvenil en su sector y con el tiempo salieron algunos jóvenes más entregados que buscaban vivir algo más, nos manifestaron el deseo de entrar en la congregación.

Considerando esa nueva realidad y nuestra disponibilidad, la congregación acepto abrir un postulantado. Algunas hermanas organizamos encuentros vocacionales para dar a conocer la comunidad, su carisma y su fundadora. Esos encuentros se realizaban en cada sector donde trabajaban las hermanas. Me pidieron ser responsable de la Promoción vocacional en la región. Tuve que dejar la parroquia, hacerme disponible para visitar las casas de los 2 países. Mi nueva misión era la de unificar el programa de los encuentros vocacionales que llegaron a ser una preparación para al postulantado.

Después de unos años, me pidieron ser responsable del postulantado. Esa misión me parecía imposible, tuve un buen tiempo de reflexión y comprendí que era la voluntad del Señor y acepté. Una preparación previa ayudó al equipo de las futuras formadoras. Con la experiencia vivida pudimos elaborar y adaptar el programa de formación a la realidad de las candidatas, pidiendo la colaboración de otras hermanas de la región. Mi nueva misión me llevó a Tierra Nueva, Guatemala. 

Después de 3 años volví a Honduras, Campo Cielo para reemplazar a la responsable del noviciado que había sido elegida en el consejo regional. En esos años, la región mandó algunas hermanas latinas a prepararse para tomar la responsabilidad del postulantado y del noviciado. Poco a poco entregamos el proceso de formación en las manos de las hermanas latinas.  Así se realizaba otro sueño de mi vida: dejar formado un equipo de formación.  Mi último sueño se realizó cuando en el 2010 se eligió un consejo formado únicamente de hermanas latinas.

Que más espero de la región

Creo que la semilla que las hijas de Santa Margarita han sembrado en el Jardín latino está creciendo y se pueden ver flores de diferentes colores. Yo tengo una gran esperanza en el futuro de la región.

Desde hace más de 10 años, las hermanas latinas siguen acompañando al pueblo y logran responder a las necesidades según la realidad. Viven con confianza, valor y audacia, la ausencia de las hermanas mayores que han regresado a su país de origen.

          El   VE, NO TE ABANDONARE sigue siendo la fuerza de la región.