Hice mis primeros votos en 1997 y trabajé como profesora y administradora en las escuelas de la Congrégation de Notre-Dame en Fukushima y Fukuoka, Japón. Posteriormente, me trasladé durante dos años a la provincia americana de la Congregación para aprender inglés. En ese lugar, presencié cómo las hermanas y las personas del lugar conviven con los inmigrantes y les brindan su apoyo. Llegué a sentirme muy atraída por este tipo de ministerio en la Iglesia.
En abril de 2020, me enviaron a la comunidad de Tsukuba de la Congregación en Japón. Esta es una comunidad relativamente nueva, donde, en abril de 2017, fueron enviadas tres hermanas para trabajar en la iglesia católica de Tsukuba. Desde 2020, la comunidad ha estado formada por dos personas, la hermana Kikuko Takahashi y yo.
La Iglesia Católica de Tsukuba es una iglesia internacional, ya que dos tercios de sus miembros son extranjeros. A la misa en ingles asisten personas de diversos países, como Filipinas, Corea, Indonesia, Vietnam, Malasia, Kenia, Camerún, Sri Lanka, Estados Unidos y Brasil.
Además, servimos de enlace entre japoneses y no japoneses en nuestra comunidad eclesiástica. Al mismo tiempo que atiendo a los feligreses japoneses, también enseño japonés a jóvenes feligreses filipinos por medio de Zoom y ayudo a los extranjeros que viven en Japón a preparar documentos para bautizos, confirmaciones, bodas, etc. En estas reuniones hablo inglés, aunque no muy bien. Como japonesa, cada día aprendo cosas nuevas sobre culturas diferentes, de las cuales algunas me sorprenden. Por ejemplo, durante la ceremonia nupcial, las parejas filipinas se rodean tradicionalmente con una cuerda en señal de amor eterno. Mientras, en las bodas vietnamitas se encienden velas rojas, color que consideran de la suerte.
Soy miembro del Comité de Justicia Social de la Congregación en la provincia japonesa. De vez en cuando escribo en las redes sociales sobre los problemas a los que se enfrentan los extranjeros en la iglesia japonesa, a veces en japonés, y otras en un inglés deficiente.
El Comité también participa en las marchas benéficas organizadas por el padre Michael Coleman, de la iglesia de Toride, para recaudar fondos destinados a cubrir las necesidades diarias de los extranjeros detenidos en el “Centro de Inmigración del Este de Japón”, situado en Ushiku. En Japón es muy difícil solicitar el estado de refugiado. Hay muchos residentes extranjeros en el país, especialmente en la diócesis de Saitama, donde nos encontramos. El obispo Michiaki Yamauchi, de la diócesis de Saitama, nos pidió que diéramos a conocer la organización AMIGOS (“Asociación de Consulta Médica del Norte de Kanto”), una organización sin fines de lucro (ONG) que apoya a los residentes extranjeros en Japón. La ONG acreditada “Ibaraki NPO Center COMMONS” también presta un amplio apoyo a los ciudadanos extranjeros en el país.
En nuestra labor, vida comunitaria y oraciones, nos esforzamos por escuchar la voz del Espíritu Santo. De esta forma, mientras escuchamos la llamada del Espíritu Santo y avanzamos hacia el futuro, con todos sus avances tecnológicos, seguiremos dando gracias a Dios y sirviéndole con alegría y oración.