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¿Qué significa para mí la Visitación en la vida diaria?

En primer lugar, la palabra "Visitación" tiene dos dimensiones, la de visitarse a sí mismo y la de visitar al otro (desconocido).

Visitarse a sí mismo: es el movimiento que establece una relación con el ser interior, para ser capaz de controlarse y conocerse y para tener un cierto conocimiento de sí, tanto en el plano espiritual y humano como en el psicológico.

Visitar al prójimo (desconocido): ante todo, no puedo pretender visitar o conocer al prójimo si no tengo un dominio y un conocimiento completo de mí mismo. Por lo tanto, el visitar al otro es ir hacia él ("desconocido") para compartir el conocimiento de la gracia recibida, es decir, para apoyarlo. Este apoyo puede ser material, físico, moral o espiritual.

Este "ir hacia" se caracteriza por el de María a Isabel. Por ello, en lo personal, para mí la Visitación es un movimiento de amor de Cristo que me impulsa. Es una experiencia divina que transforma a una humilde mujer en profetisa y a un feto en precursor. Aquí me refiero a Isabel que profetizó y a Juan el Bautista, el precursor. María se presentó a su prima con toda naturalidad, de forma fraterna y sencilla. No tenía límites porque ofrecía lo que era y lo que tenía. Hay tres movimientos que entran en juego en el relato de la Visitación: la mente, el corazón y el cuerpo. Se puede hablar de la Visitación si, y sólo si, intervienen todas estas partes.

Ante todo, como persona consagrada, vivo la Visitación en la comunidad donde ocasionalmente comparto con mis hermanas de comunidad mis vivencias, alegrías y penas; a nivel comunitario como familiar.

En mi vida diaria, soy capaz de reírme de mi misma, apreciarme, sentir los movimientos de mi persona y estar en contacto con ellos.

En la comunidad visito a mis hermanas con bromas y con mi sentido del humor ayudo a dar vida y a animar el ambiente de la comunidad.

Vivo la Visitación diariamente mostrando interés por cada una de mis hermanas de la comunidad, llevándoles amor de manera desinteresada.

Mi Visitación también llega a mi conocimiento a través de diversas actividades artísticas como la elaboración de jabones, rosarios, etc. Todo esto promueve el "ir hacia" y fortalece los lazos de comunión fraterna y mutualidad ya que vivimos estas actividades en complementariedad, alegría, acogiendo a los demás con sus limitaciones y conocimientos. Es una hermosa actividad para colaborar y escuchar el movimiento de los talentos desplegados en cada una y puestos para servir.

Mis oraciones personales, comunitarias y apostólicas son también lugares de encuentro, tanto a nivel personal como comunitario. Los momentos de acompañamiento, al recibir los sacramentos, la Lectio Divina, la contemplación y muchas otras formas de oración me ayudan en este movimiento para ir más lejos y llegar a lo desconocido, el cual puedo ser yo, alguien mas o el mismo Dios.

Siento en la Visitación mi lugar de apostolado. En la coordinación de Justicia y Paz, con los jóvenes en la parroquia, en el pueblo, en el grupo vocacional y en las periferias. Todo ello gracias a mi apertura a las diferentes enseñanzas de los compañeros, a mi contribución a la comprensión de ciertos acontecimientos y al aprendizaje de la lengua local de los niños. Hay una dimensión de comunión que busca ayudar a la persona a levantarse. Recibo esta inmensidad de amor de forma gratuita.

 

La Visitación me da un sentido más familiar de mutualidad. Es una encrucijada en la que se produce un encuentro entre lo que aporto al otro y lo que recibo del prójimo. La discreción en el misterio de la Visitación es fundamental. Siguiendo el ejemplo de María con su prima, seamos mujeres y hombres de la Visitación porque María nos visita cada día. Es una fiesta de innumerables visitas muy sencillas. Que Dios transforme nuestras cortas visitas diarias en Visitación.