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Vivir la esperanza del Pueblo

¿Qué significa vivir la esperanza del pueblo para las hermanas de la Congrégation de Notre-Dame de Montréal en el contexto de celebrar cuatrocientos años del nacimiento de nuestra fundadora y la crisis mundial de salud?

Dejemos que sea la palabra y testimonio de Marguerite Bourgeoys que ilumine y transforme nuestra espera y esperanza. Marguerite nació el 17 de abril de 1620. El 17 de abril del 2020 las hermanas de Notre-Dame nos disponíamos a celebrar 400 años del nacimiento de nuestra fundadora y nos vimos de pronto despojas de nuestras programaciones y actividades cuidadosamente planificadas para esta gran celebración por la Pandemia de COVID-19.

Tardamos unas dos semanas entre el suspenso y repensar, entonces, ¿Cómo celebrar este jubileo entre la incertidumbre, las preguntas, la información variada y diferente sobre la pandemia? ¿A quién alcanzar con nuestra solidaridad? ¿Con quién orar? ¿Cuánto tiempo de espera?  En fin los signos de interrogación fueron y siguen siendo muchos.

El retiro programado para ser vivido a nivel de la congregación se presentó oportuno y providencial. En la semana de Pascua nos dejaríamos acompañar por la mujer que festejaríamos el 17 de abril del 2020. Releer los escritos de Marguerite Bourgeoys nos puso en el contexto de su historia y de nuestra historia, de su experiencia de vida y visión comunitaria; su sentido de iglesia nos marca pistas como congregación y se nos vuelven luz en medio de la oscuridad.

Troyes, la ciudad natal de Marguerite, se convirtió en su tiempo en un lugar de actividad comercial y con una gran riqueza cultural motivada por el movimiento constante de viajeros; además de ser una ciudad de bellos templos parroquiales que contaban con una admirable arquitectura y vitrales que inspiran la piedad de quienes los visitaban.  Cabe mencionar que esta ciudad, como muchas otras ciudades francesas, estaba influenciada por la visión de muchas mujeres que habían vivido un papel activo y liberador de la sociedad.

Marguerite Bourgeoys (S. XVII) vivió una vida de constantes búsquedas y desafíos que la invitaron siempre a ver hacia adelante, a caminar en pos del establecimiento de una sociedad activamente solidaría y creyente de los principales valores evangélicos (amor, equidad, respeto, amistad, verdad, justicia…)

Una mujer con visión amplia, audaz, valiente y comprometida con una manera de educar, de dignificar y liberar a la persona, particularmente a las niñas, niños y mujeres. Mujer de profunda fe en un Dios Amor que le generó los elementos necesarios para poder arraigar y arriesgase en la llamada de su momento histórico particular.

“EL TOQUE DE GRACIA”

A los 20 años de edad Marguerite Bourgeoys, vive una experiencia que ella describe como un toque especial de gracia.  El 7 de octubre de 1640, participando de la procesión del Santo Rosario, al pasar frente al pórtico del convento de Notre-Dame, ella contempla una estatua de la Virgen María (ya conocida por ella) y se deja impresionar por “la belleza del brillo de Dios a través de la imagen”; Marguerite no encuentra palabras para describir su interior en ese momento y solo es capaz de decir: “me sentí tan conmovida y transformada”. Esta experiencia la hace vivir un cambio radical de vida; la transforma y la hace estar, siempre dispuesta a buscar la voluntad de Dios en todo momento y bajo toda circunstancia. Tan grande llegó a ser su vínculo con Dios que llega a preguntarse: “¿No podemos tomar como nuestro nacimiento el momento en que Dios nos inspira a entregarnos a Él libremente y por propia voluntad?” Vivir este encuentro transformador la condujo a quedar inserta en medio de la multitud, en compañía de su pueblo y compartiendo la realidad que vivía su ciudad natal (Troyes) “enriquecida por una vida cultural y comercial” así como la esperanza de sus contemporáneos.  

El toque de gracia que experimentó el siete de octubre la involucró en una enorme búsqueda de la voluntad de Dios. En circunstancias complicadas conoció de primera mano las dificultades, la desolación que dejan las guerras, pues su ciudad natal al estar ubicada en la ruta del comercio entre Europa y Asia, experimentó no sólo los adelantos comerciales sino también los conflictos armados de la época.

Conoció la pobreza y sus efectos, estuvo expuesta a enfermedades; vivió en su familia la muerte temprana de su madre y tres de sus hermanos y una hermana, la enfermedad no era ajena a su experiencia de vida, tanto es, que en su primer y segundo viaje de regreso de Francia hacia Canadá se desató en los viajes “la peste”, a lo qué Marguerite nos cuenta con sencillez lo que realizó. Ella no dudó en encargarse de acompañar y cuidar de las personas que se contagiaban a bordo; como no había ningún sacerdote a bordo ella se encargó de ayudar espiritualmente a bien morir e inspirar la confianza en el Dios bondadoso que le acompañaba.

Se comprometió con las personas marginadas y excluidas de su tiempo, privilegiando la periferia de su cuidad para educar y servir a la gente más pobre. Estuvo siempre dispuesta a aprender, a luchar, a mantener viva la esperanza, desarrolló su creatividad, se convirtió en  fuente de alegría, de buen humor y de esperanza volviéndose en una mujer comprometida en la acción y la búsqueda de nuevas posibilidades desde quien era ella; también le eran importantes las personas de la base y las búsquedas de la base: la colectividad.

UNA ESPIRITUALIDAD FUERA DEL CLAUSTRO, FUERA DE LOS MUROS

Marguerite Bourgeoys tuvo la gracia de vivir una espiritualidad que la puso en camino, que le mostró la alegría del encuentro, del anuncio de nueva vida, de la presencia esperanzada en la Iglesia naciente donde la vida vence toda muerte.  Su llamada la llevó a buscar opciones de transformación y apostó por la educación integral de las personas (de manera muy particular de los niños, niñas y mujeres). Todo momento fue apropiado para enseñar, aprender, dialogar y generar junto a las demás personas estrategias que favorecieran a vivir de manera creativa y armoniosa. Ella aprendió de sus experiencias comunitarias a caminar, a trabajar, a buscar respuestas junto a otras personas.

Encontró en María de Nazaret un modelo de fe y esperanza; pudo percibir a Dios en lo cotidiano de su vida, la descubrió a su lado hablándole por medio de sus hermanas y hermanos. Así su aporte invaluable a la vida de una sociedad basada en los valores del Evangelio e inspirada en el misterio de Visitación-Pentecostés, la empujaron hacia un nuevo mundo, acompañando a la comunidad naciente de Montreal y poniendo las bases en la educación y la fe de una nueva sociedad.

En los actuales momentos de la pandemia del COVID-19 releer a Nuestra Fundadora nos inspira y motiva a ir hacia los otros y otras con la fuerza del Evangelio que a ella la movía, con la fuera que encontró en la  vida “viajera de María de Nazaret”; con el  proyecto de vida que intuyó desde la vida de Jesús y sus mandatos: “Amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo”; tanto así que ese mismo deseo era el que quería impreso en el corazón de sus hermanas. “Si pudiéramos vivir esto al menos entre nosotras”.

Nuestro Carisma y Espiritualidad nos empuja a mirar con ojos de fe la actual situación mundial que vivimos, nos invitan a estar atentas, reflexivas sobre las consecuencias que vendrán, a vivir llenas de Esperanza junto con otras y otros los desafíos de este nuevo orden que se avecina. Por eso, en estos tiempos de enfermedad y pandemia, darnos el tiempo para celebrarla de una manera más íntima nos permite dejar que ella nos hable con propiedad y desde su experiencia de cómo afrontar los nuevos tiempos. Tiempos de apertura (a pesar del encierro), de encuentro (a pesar del distanciamiento social), de la sencillez (en medio del acaparamiento), de partir (a pesar del estancamiento).

  • Tiempos de apertura: porque nos invitan a la creatividad, a la imaginación, a generarnos actitudes positivas y contagiosas de esperanza, de búsquedas de nuevas formas y posibilidades para seguir nuestro camino, de fortalecimiento de la empatía y preocupación por la necesidad de la otra persona. Este tiempo es un tiempo de desaprender el egoísmo, consumismo, la acumulación, etc.  Este tiempo es un tiempo de aprender: la solidaridad, el desprendimiento, el cuido de los bienes comunes y las luchas colectivas de numerosas mujeres y hombres de bien.
  • Tiempos de encuentro: porque hoy más que nunca sabemos que nos necesitamos, que el camino lo hacemos juntos y juntas. Este es un tiempo de sororidad y fraternidad, de sabernos hermanos y hermanas… un tiempo de HUMANIDAD. Es un tiempo para dar identidad a las personas que sufren, como también, dar nombre e identidad a las personas que están al frente de la defensa de la salud pública, es hora de llenar nuestros corazones de rostros y de nombres.
  • Es hora de vivir la sencillez, es hora de la cercanía, es tiempo dar fe en la fuerza que nos anima, la fuerza que cree en la vida y que se ve reflejada en la capacidad de organización, ir con otras y otros, de manera particular de las mujeres defensoras de la vida en todas sus dimensiones, quienes ofrecen con  entusiasmo y capacidad su reflexión, sus cuestionamientos, sus propuestas alternativas para una vida plena como la propuso Jesús nuestro hermano y como Marguerite Bourgeoys se propuso vivir el Villa María Montreal.
  • Es hora de partir: Marguerite Bourgeoys partió hacia el nuevo mundo con una pequeña mochila, con apenas lo necesario para atravesar el océano Atlántico. Tenía la plena certeza que si Dios la llamaba no necesitaría nada. Estamos en una hora crucial, las reflexiones ante la pandemia del COVID-19 indican que nuestro mundo no volverá a ser el mismo. Una nueva configuración en todos los niveles de nuestra vida se avizoran sin tener seguridad en lo que resultará. Como mujeres consagradas al interior de Congregación de Marguerite Bourgeoys tenemos una guía de quién es el Dios que nos ha llamado, un proyecto vigente presente en el Evangelio y un ejemplo para partir hacia ese otro nuevo mundo. Como María, partir de prisa hacia las Isabeles de este nuevo tiempo, con lo necesario en nuestras mochilas, esos son siempre los inicios.